Inicio escolar
Tomó las llaves de su auto, revisó por última vez su maletín, para ver si tenía todos sus materiales de planificación, se despidió de su familia y, con paso firme, salió de su casa. Mientras conducía, escuchaba en la radio, las noticias de los arreglos en las calles y sus dificultades, las vías con posibles tacos, y como siempre ocurría en ese periodo, se comentaba el inicio de un nuevo año escolar, aunque sus pensamientos estaban aún en aquellos tranquilos días de vacaciones que lo renovaron de energía.
“Bueno… Y aquí vamos de nuevo. ¿Qué novedades tendremos este año?”
Con este pensamiento, Daniel Mercado cruzaba el portal de su colegio. Profesor de Matemática, titulado hace veintitrés años, ya pintaban sus primeras canas y su piel reflejaba el inexorable paso de los años. Trabajaba en el Colegio “Nuevo Horizonte”, desde hacía doce años, atendiendo a los alumnos de primero a cuarto año de educación media, aunque a veces por alguna necesidad, también debía cubrir los cursos de séptimo y octavo básico.
El “Nuevo Horizonte”, un establecimiento de muchos años en la zona, en vista de los nuevos tiempos que corren, había decidido incorporarse a la Reforma Educacional, que ya se había iniciado algunos años atrás en el país y de la cual ellos no habían formado parte hasta ahora. Esto implicaría un cambio importante tanto en sus planes de estudio como en las metodologías de los profesores del plantel. Esa era la gran novedad con la que se encontraría Daniel y todos los docentes del colegio en el primer Consejo General de Profesores.
Después de besos, abrazos y alegres relatos sobre las recién finalizadas vacaciones, Sonia Montenegro, Directora del colegio, inició el Consejo con la amabilidad de siempre, dando un breve saludo de bienvenida y anunciando grandes desafíos para el nuevo período escolar, luego cedió la palabra al Jefe de la Unidad Técnico Pedagógica, Freddy Santoro, quien dio a conocer los cambios que se avecinaban e informó que, para ayudar en esta nueva etapa del colegio, se habían contratado los servicios de destacados educadores, quienes dictarían un curso de una semana, mañana y tarde, sobre los nuevos planes y programas de estudio, metodologías y evaluación.
La preocupación por la información dada se hizo notar de inmediato, sabían que se avecinaba un cambio total en el modo de ver y llevar a cabo las prácticas pedagógicas. Obviamente, la noticia dada fue comentario de toda la mañana y mientras algunos ya conocían algo de ese modo de trabajo, la gran mayoría sentía el temor de enfrentar un cambio tan brusco, entre ellos Daniel.
Su primer encontrón fue cuando le entregaron los nuevos Planes y Programas de estudio para el presente año, los cuales debería leer y analizar con el objetivo de ir empapándose de los cambios anunciados. En una rápida hojeada, no halló algunos contenidos que él consideraba típicos y necesarios en matemática, como Lógica y Teoría de Conjuntos, en especial las Relaciones, materia que daba en segundo medio y que a su parecer favorecía el razonamiento abstracto del educando y asentaba las bases para el futuro estudio de las Funciones. Tampoco estaban las Matrices ni los Determinantes. Daniel había sido formado en la cultura de los Conjuntos, en el mundo de las uniones, las intersecciones, diagramas de Venn y otros conceptos afines que fueron siempre parte de su quehacer docente, pero desde ese instante comenzaban a cubrirse de pasado.
También cuestionaba los cambios en primero medio. Le incomodaba pensar que ya no tendría que explicar a sus alumnos y alumnas el famoso cubo de un binomio y el cuadrado de un trinomio, los cuales hacía aprender de memoria y le permitían sentirse un rey frente a sus alumnos al recitárselo en apenas siete segundos cronometrados: “el cubo de un binomio es igual al cubo del primer término, más o menos el triple producto del cuadrado del primer término por el segundo término, más (siempre más) el triple del primer término por el cuadrado del segundo término, más o menos el cubo del segundo término”
Recordaba, con una pequeña sonrisa, cuando a sus alumnos de cuarto año medio les daba “pequeñas” tareas, que debían entregar a las ocho horas del día siguiente y sin plazo adicional, por ejemplo, sobre cálculo de determinantes 4x4 o 5x5 cuyos elementos eran generalmente binomios y que para realizarlos debían pegar de cuatro a seis hojas cuadriculadas, sumando restando y multiplicando enormes expresiones algebraicas que ponían a prueba su paciencia y también su estado físico, ya que muy pocos alcanzaban a dormir con tal de entregar el trabajo en el horario acordado. Y las Identidades Trigonométricas, con las que sus alumnos sufrían ya que había coleccionado unos ejercicios que costaban una enormidad demostrarlos y él lo sabía…